sábado, 13 de agosto de 2011

Y tu nombre flotando en el adiós …

Crítica “Yo adivino el parpadeo”: Buenos intérpretes y una sólida puesta de Julio Baccaro.



Una pareja de bailarines, con el tango en los pies, recorre su propio pasado. El camino del regreso a aquellos días en que se conocieron y empezaron una vinculación intensa es transitado por ambos con una pesada carga de reproches. Hace veinte años que ellos se separaron en lo profesional y en lo personal, y cuando se produce el reencuentro todo es sorpresa para ella. No esperaba que tuviera de pronto, cara a cara, a ese hombre que se había ido a Europa, abandonándola. Y menos que le propusiera reanudar el vínculo laboral y sentimental, intentando cicatrizar viejas heridas.
No obstante que el tango-canción Volver , de Gardel y Le Pera, no se escucha en ningún momento, el título de la obra remite a uno de sus versos, ya que Yo adivino el parpadeo es el nítido retrato de las vivencias de Pacha, que vivió sin poder desprenderse de su espíritu porteño, añorando su país. Simultáneamente refleja los estados de ánimo de Delia, que se quedó aquí sin lograr olvidarlo. A la hora de los recuerdos, la mujer pasa por agitadas sensaciones, disparando recriminaciones, burlas, esgrimiendo un tono mandón, en tanto él apela a un arrepentimiento impregnado de toques seductores.
Más allá de sus momentos dramáticos, la pieza de Guillermo Camblor (con este texto debuta en el teatro comercial) no abandona jamás el humor. Claro que es una comicidad mordaz, provocativa, que genera situaciones inquietantes (aunque la historia exhiba una estructura de aparente sencillez). De manera sensible, el autor se interna en la soledad que aterroriza a Pacha y que lastima a Delia; en el desgaste que provocan las distancias; en la negación de hechos irreversibles; en las frustraciones; en el juego implacable del amor que se transforma en bronca por el lado de Delia; en la solidaridad social que a ella le permitió sobrellevar mejor los años en que Pacha estaba lejos. A la vez, Camblor recurre a giros narrativos imprevistos en los instantes en que el relato pareciera agotarse, consiguiendo así que el interés se renueve.
Colocándose al hombro la dirección, Julio Baccaro es nuevamente un constructor de estilo sólido, que elabora con exactitud los diferentes climas, que impone un ritmo dinámico, que maneja con astucia los tramos densos y los que desbordan un humor cáustico. Su destreza es evidente, a la vez, en varios pasajes emotivos, cuidadosamente calibrados.
Sin desmerecer las virtudes señaladas de la obra y de la puesta, Yo adivino el parpadeo no alcanzaría un elocuente nivel sin el aporte de los protagonistas. De figura atrayente, Carolina Papaleo ratifica sus méritos interpretativos en una impecable composición. De precisos movimientos corporales, transmite los vaivenes íntimos de Delia con rica expresividad gestual. Grita, se enternece, es punzante, se apiada, con los matices justos. Sin ceder espacio, Rubén Stellacumple una labor convincente. El aire de porteño a ultranza de Pacha, sus ironías, su confesada nostalgia, su inesperado dolor, son recreados por el actor con envolvente capacidad histriónica. A través de estas solventes caracterizaciones resulta insoslayable advertir que a Delia y a Pacha los une el mismo grito, el mismo silencio.
Fuente: Clarin.com / Espectáculos


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